martes, 3 de abril de 2012

Crónicas de aventura. Página 6.

Lo que el Ojo no Ve. Parte 2

Morden estaba ya bastante cansado y se alegró al ver en el horizonte la gran ciudad. Purpurio, sin embargo, estaba bastante preocupado. La nota indicaba que debían seguir la ruta hasta Marvalar, no llegar hasta la ciudad, y no habían encontrado ningún rastro. Era ya tarde, y la puerta Norte estaba cerrada, por lo que tuvieron que caminar hasta la puerta Este, donde había una larga cola de comerciantes que esperaban para poder entrar, mientras el centurión despachaba las licencias de ventas.

De pronto, un rumor se elevó entre los comerciantes, por el camino hacia la puerta galopaba a toda velocidad un caballo desbocado. Iba en dirección de la entrada, repleta de gente, en un momento, comenzaron a mover cestos, el mago y la elfa ayudaron a mover un carro, el caballo estaba ya a pocos metros de la puerta cuando una niña salió a recoger un cestillo que se le había caído. Purpurio y Auryn no dudaron en lanzarse a por ella, el mago fue el primero en llegar y consiguió quitarla de en medio, Auryn, que no había visto a Purpurio, se detuve quedando justo frente al caballo desbocado que le propinó tal golpe que casi le rompe una costilla.

Consiguieron calmar al caballo en medio de la plaza, el centurión de la guardia bajó a un niño del caballo, tenía una flecha en el hombro, sin duda, de manufactura trasgoide. Entre delirios, el niño con aspecto enfermo, alza su mano:

-La caravana de Castamir... Papa, quiero quedarme contigo.

El centurión mandó a unos soldados a por caballos, había gente de la Marca en peligro. Purpurio y Auryn les acompañaron, Morden, prefirió quedarse en la ciudad, cuidando de la paloma mensajera.
Cabalgaron por el Camino de la Costa bordeando el Bosque Real para tomar poco después el desvio hacia Castamir. El camino era muy estrecho, cabalgaban en fila cuando pudieron ver varias carretas aparecer por el camino, y entre los árboles, varios trasgos montados en enormes lobos persiguiendo las carretas. Se dispusieron paralelos a las carretas llenas de gente. Purpurio, consiguió ejecutar un hechizo a pesar de ir en caballo, consiguiendo dormir a varios trasgos que cayeron de sus monturas, Auryn luchó con varios de ellos que trataban de subir y detener las carretas. Las flechas volaban desde el bosque en todas direcciones, las gentes de Castamir gritaban, el centurion no dejaba de dar órdenes a sus hombres mientras espada en mano, luchaban por proteger a los ciudadanos de la Marca. Cuando consiguieron salir del bosque, los trasgos no los siguieron. Habían conseguido salvar la caravana.

Ya de vuelta en Marvalar, el centurion hizo pasar a Purpurio y Auryn al interior de una de las torres de la barbacana para agradecerles su ayuda. Al momento, entró el conductor de una de las carretas presentándose como Falkgard Kaveath, burgomaestre de Castamir (y noble de confianza de la reina). Quien además de agradecerles su ayuda, les contó los extraños sucesos acaecidos en Castamir en las últimas semanas:
-Los trasgos habían comenzado a atacar las granjas durante la noche, y llevarse gente. Han desaparecido docenas de personas, además, los trasgos son muy disciplinados, e incluso llevan un estandarte con el símbolo de una daga clavada en un ojo.- Contaba Falkgard con tono triste.
-Y por si fuera poco, desapareció la pesca y el ganado comenzó a morir, y luego... la maldición... La gente empezó a sufrir ataques, locura, ceguera, y finalmente, la muerte. Muchos decidimos volver en esta caravana, otros, han ido al monasterio de Rocagris.

Después de su narración, el burgomaestre de Castamir, pidió a Purpurio y Auryn que investigasen lo sucedido, serían bien recompensados por ello.

Pasaron la noche descansando, Auryn se pudo recuperar del golpe del caballo, pero la costilla seguía doliendo. Por la mañana temprano, pusieron rumbo Castamir, acompañados por Morden. Cuando llegaron a Castamir, se encontraron con unos bandidos saqueadores de granjas que habían capturado a una niña de unos 12 años, con un simple gesto y unas palabras, el hechizo de Purpurio hizo dormir a los bandidos. Rescataron a la niña quien tenía evidentes síntomas de alguna enfermedad. La ciudad era un pueblo fantasma. El hedor a muerte inundaba las calles. Se encontraron con varios monjes del Hacedor, recogiendo los cuerpos de los fallecidos que llevaban al cementerio. Allí, uno de los monjes examinó a la niña, aconsejando que terminasen con su sufrimiento cuanto antes, pero Purpurio se negó rotundamente.

Decidieron ir hasta el monasterio de Rocagris. Cuando llegaron pudieron ver que al monasterio original se le habían añadido varios edificios más, y todo rodeado de una alta muralla exterior dándole un aspecto de fortaleza. En la explanada frente al camino encontraron decenas de tiendas de campaña improvisadas. Pequeños corrillos de refugiados enfermos y con aspecto ausente trataban de entrar en calor junto a pequeñas hogueras. Al llegar, conocieron a la hermana Nalha, quien se ocupó de poner en una improvisada cama a la pequeña niña enferma que los aventureros habían rescatado en Castamir. Ella misma les informó de que el prior Bigar no permitía la entrada de nadie en el monasterio, para que no entrara la maldición. Aunque ella había conseguido convencerle para permitir que los más enfermos pudieran descansar en el hospital del monasterio.

Mientras hablaban con ella, llegó un joven que se había escapado del campamento trasgo donde le tenían secuestrado, por la descripción, Nalha adivinó el lugar y dibujó un mapa. Cuando Purpurio, Auryn y Morden se preparaban para irse, una joven con una cota de cuero y una espada se les acercó. No parecía tan enferma como el resto, y les pidió ir con ellos en busca de los secuestrados por los trasgos, y ellos, aceptaron encantados.

Partieron en busca del campamento trasgo. Gracias a las indicaciones, no les fue difícil encontrarlo. Varias tiendas pequeñas, junto a un par de tiendas grandes rodeaban un fuego donde se calentaban varios trasgos. En un costado atados, descansaban los enormes lobos de los trasgos, y muy cerca de ellos, los habitantes secuestrados de Castamir estaban enjaulados. Purpurio y Auryn dispararon sus flechas hacia los trasgos de la hoguera. Consiguieron herir a un dos de ellos, dieron la alarma, y en poco tiempo, todo el campamento estaba repleto de trasgos. Así que el grupo, tuvo que huir de vuelta al monasterio.

parte 3

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