domingo, 12 de febrero de 2012

Crónicas de aventura. Página 1.

La Torre de la Ciénaga.

La elfa Auryn y el mago Purpurio se encontraban charlando sobre varios hechizos mágicos cuando Morden se acercó bastante agitado.
-Rainus os espera en su despacho, ¡¡¡parece que tiene un trabajo para vosotros !!!.

La elfa y el mago subieron al piso superior donde Rainus les esperaba junto a Ordag, un enano que trabaja para la Orden a cambio de algunas monedas de oro. Rainus no tardó en exponer la situación, Cartaramûn, un antiguo clérigo de Velex se había trastornado, cambiando sus oraciones hacia Orcus, dios de los No Muertos. Había robado un libro, el “Tomo de los portales Planarios”, donde se explica la forma de abrir un portal a otro plano, lo que podría traer fatales consecuencias. Debían recuperar el libro. Las últimas informaciones hablaban de que posiblemente se escondiera en la Torre de la Cienaga, en el Gran Pantano. Antes de salir, Rainus les mandó ante Sanserus, quien tenía algo para ellos. Bajaron hasta el sótano donde Sanserus leía atentamente un antiguo libro de pesadas hojas. Purpurio interrumpió la lectura de su maestro con una tos fingida, éste levantó su cabeza y los hizo acercarse hasta un armario. Descolgó un par de capas marrones con el escudo de la orden grabado en la espalda. Auryn y Purpurio sintieron al instante el poder que emanaba de las capas, sin duda había sido imbuida con algún conjuro mágico. Purpurio preguntó a Sanserus, quien le confirmó que la capa poseía una poderosa magia que les ayudaría a protegerse de los ataques de posibles agresores.
Dispuestos para salir, Frey se les acercó tan deprisa como pudo, estaba bastante nervioso. Al parecer, mientras enseñaba el arte de la alquimia a Morden, habían envenenado a Furio, quien se prestó como conejillo de indias. Le habían hecho ingerir por accidente el veneno de una serpiente del Gran Pantano. Habían conseguido paralizar el veneno induciendo a Furio en un profundo sueño y necesitaban el antídoto antes de poder despertarlo. Por lo que había podido descubrir, los hombres lagarto que habitan en el Gran Pantano suelen portar viales con el antídoto contra la picadura de la serpiente, así que necesitaba uno de esos antídotos. El enano puso mala cara, pero tanto el mago como la elfa aceptaron el encargo.

Salieron de Robleda por el camino contiguo al río Arroyosauce hasta el puente de Pasoraudo desde donde tomaron el camino de Sendaelfo en dirección Este para poco después adentrarse en el Gran Pantano. Pudieron divisar desde lejos por encima de las copas de los manglares la silueta medio derruida de lo que antaño fue una torre de vigía visirtaní. Bien caída la tarde, llegaron a los alrededores de la torre, examinaron la zona descubriendo las brasas de lo que había sido un pequeño fuego. La puerta doble que debería dar acceso a la torre, se encontraba en el suelo, caída desde quien sabe cuanto tiempo. Los aventureros decidieron esperar escondidos entre los matorrales esperando ver si alguien volvería a usar el fuego para prepararse la cena, pero pasaron varias horas, la luna iluminaba ya desde lo alto pero nadie entro ni salió de la torre, así que optaron por buscar un lugar donde dormir. Se alejaron de la torre hasta encontrar un lugar lo más confortable posible, tarea casi imposible en el Gran Pantano.


El mago eligió el tronco caído de un árbol grande que sobresalía del agua junto a un montículo de tierra para echar el petate y descansar.
Auryn hacía la última guardia. El pantano estaba lleno de insectos, libélulas, mosquitos, ranas... pero reinaba la calma, por lo que decidió abrir su libro de conjuros y estudiar durante la guardia. El grito de Purpurio le arrancó de sus estudios, cuando levantó la cabeza vio como Purpurio se caía del tronco y le emanaba sangre de uno de sus brazos. Enroscada en el tronco, una serpiente mostraba sus enormes colmillos. El mago consiguió alcanzar su ballesta para disparar, Auryn tuvo que dejar su libro en una piedra seca para coger el arco que tenía a mano, y el enano ya tenía el hacha en la mano, pero fue primero la serpiente, con una gran velocidad la que lanzó un nuevo ataque, esta vez contra el enano, quien puso el mango entre los dientes de la serpiente para repeler el ataque. Acto seguido virotes, flechas y un hachazo, acabaron con la peligrosa serpiente. Por suerte para Purpurio, no era venenosa, aunque el mordisco había sido bastante profundo provocando una fuerte herida.


Una vez amaneció, los tres compañeros volvieron a la torre, esperaron hasta ver salir a cuatro Kobold y un clérigo con una túnica negra. Purpurio comenzó a recitar extrañas palabras arcanas, y al momento, tres de los cuatro kobold cayeron al suelo dormidos. Sin que pudieran reaccionar, la elfa hizo que desde los dedos de su mano saliera una rayo de pura energía azulada que golpeó en el pecho del clérigo, quien no dudo en volver a entrar en la torre. El kobold que quedaba, asustado ante la situación, salió huyendo hacia el interior del pantano. Fue el enano el primero en salir corriendo hacia la torre, y hachazo tras hachazo, acabó con los kobold dormidos, después se quedó junto a la puerta, esperando que pudiera salir algún otro kobold o clérigo de orcus. Auryn y Purpurio dieron una vuelta a la torre circular para ver si podían encontrar otra entrada pero no consiguieron hallar nada. Cuando terminaron de dar la vuelta llegando de nuevo hasta la altura del Ordag el enano le vieron contra la pared hacha en mano, pero con una flecha en el hombro. Purpurio intentó sobornar sin éxito a los kobold que desde el interior disparaban sus flechas. Lo que sí logró, fue que los kobold, por orden del clérigo, salieran espada en mano hacia ellos, pero Ordag estaba preparado, así como sus compañeros y en poco tiempo, los cuerpos de los kobols y el clérigo yacian en el suelo ensangrentado.
Auryn fue la primera en inspeccionar la torre, un pasillo de unos 24 metros de largo acababa en una recia puerta abierta de par en par, y a la derecha de ésta, otra puerta más pequeña se mantenía cerrada. Junto a la entrada, una pared derruida daba acceso a otra sala que Auryn pudo comprobar, estaba totalmente vacía. Se dirigieron al final del pasillo, atravesaron la puerta encontrando otra sala con varias camas malolientes y varios arcones. Una puerta de barrotes daban acceso a otra sala. Tras registrar los arcones se encontraron entre otras cosas con una pipa de fumar, y unas extrañas hierbas resecas que no dudaron en dar para fumar a Ordag. Sus ojos se pusieron ligeramente rojizos, y una sonrisita apareció en su rostro. Levantó su hacha de batalla como si fuera una pluma. Parecía que poseía una fuerza descomunal. Entraron en la sala tras los barrotes, vieron un armario, una cama y una bañera llena de agua sucia. Mientras Auryn y Purpurio rebuscaban entre el armario, el enano un tanto mareado, se intentó sentar en el borde de la bañera cayendo al interior. Rápidamente sus compañeros le ayudaron a salir. Ordag se quejaba de que algo en el interior de la bañera le había hecho daño, así que Auryn propuso coger un cubo para vaciar la bañera. En su interior pudieron encontrar un puñal de hoja de metal pulido, encastrada en un mango dorado tachonado con plaquitas de marfil grabadas con pequeñísimas escenas representando escorpiones que Purpurio no dudo en apropiarse.
Volvieron a la puerta cerrada del pasillo de entrada. Estaba cerrada con llave, pero antes de decir nada, el enano se lanzó contra la puerta y como si de una puerta de papel se tratase, la derribó sin problemas. La habitación a la que entraron estaba vacía a excepción de un gran montón de cascotes y tablones en el centro de la estancia debajo de la cual encontraron una trampilla oculta.
Continuación

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