lunes, 20 de febrero de 2012

Crónicas de Aventura. Página 4.

Asuntos Pendientes. Parte 2

Un hormigueo recorría la espalda de Auryn. El corazón le palpitaba a gran velocidad, la curiosidad, aquello por lo que decidió ingresar en la Orden del Libro, le pedía a gritos que no dejase escapar la ocasión. Purpurio no veía ninguna razón para entrar en el oscuro pasadizo, sin embargo Auryn estaba decidida. ¿Qué escondía esa extraña puerta?, ¿tesoros?, ¿conocimientos?.

El pasadizo terminaba en una losa que daba acceso a otro pasillo. Estaba atrancada con los restos de lo que parecía un goblin que tenía un gran virote clavado en la zona del pecho. Purpurio cada vez estaba más convencido de que no debían avanzar, el lugar rezumaba el fuerte olor a trampas, y Auryn por supuesto, siguió adelante. El pasillo torcía a la izquierda, pero justo en frente, en una abertura descansaba una ballesta de gran tamaño descargada. Llegaron hasta una puerta de madera, buscaron alguna trampa, no hallaron nada.

Entraron en una sala cuadrada, 3 cilindros de bronce de gran tamaño que llegaban desde el suelo hasta el techo se situaban en el centro de la estancia, cada uno con una puerta. Nada más entrar, la puerta se cerró de golpe, al momento empezaron a sentir que les costaba respirar, la elfa no dudo en tirar abajo la puerta por la que entraron, dejando entrar aire nuevo.


Cada puerta tenía un pomo del que se podía tirar, además, encima de cada pomo, grabado sobre el bronce, había un par de letras. En la puerta de la derecha, "R-M" , sobre la puerta central, "O-U" y en la izquierda, "D-E". Purpurio sospechaba que las puertas podrían contener algún dispositivo de protección, tras examinar la puerta de la izquierda, descubrió cuatro pequeñísimos orificios. Se situó a un lado de la puerta y tiró del pomo. Cuatro virotes salieron disparados de los orificios impactando en en la pared de enfrente.
Examinaron después la puerta del centro, tras 10 minutos no encontraron nada extraño. Algo llamó la atención de Auryn en el suelo frente a la puerta derecha. Unas marcas dibujaban un cuadrado, una losa que seguro, se abriría... Tiraron del pomo de la izquierda con mucha precaución, la losa frente a la puerta se abrió de golpe.

Habían conseguido sortear las trampas con éxito, pero la puerta central... la tensión se mascaba en el ambiente, casi cerrando los ojos para no ver lo que pudiera suceder, abrieron la puerta central esperando que alguna trampa se activase. Pero la puerta se abrió como cualquier otra puerta normal. Daba acceso al interior del cilindro, unas escaleras de mano descendían hacia la oscuridad. Purpurio asomó una antorcha, las escaleras bajaban apenas unos metros. Una vez más, la elfa fue la primera en bajar. Encontraron una sala llena de polvo, frente a ellos, se alzaba la estatua de bronce de dos metros y medio de alto, reprensentando a un niño alado con dos serpientes enroscadas a su cuerpo sosteniendo una varita en una mano, y la otra llena de monedas. La estatua parecía firmemente unida a la pared.
Tras examinarla de cerca, Auryn pudo observar que la varita parecía ser un mecanismo, pudiéndola mover a izquierda o derecha. La elfa tiró de la varita de cobre hacia la derecha, y la estatua comenzó a soltar un gas asfixiante. La sala se lleno del tóxico gas en un momento. Purpurio no dejaba de toser, aún estaba cerca de la escalera de mano, por lo que subió tan rápido como pudo, Auryn volvió a mover la varita, esta vez hacia el lado izquierdo. La estatua se movió, dejando al descubierto un largo pasillo. La elfa entró por el pasillo, intentando respirar algo de aire sin contaminar. En medio del pasillo encontró una puerta de madera semiabierta, tras ella se encontró con un almacén lleno de cestos, cajas y barriles con alimentos pasados, podridos y vinos picados por el tiempo. Volvió a salir al pasillo. El gas salía lentamente de la habitación, pero no llegaba a inundar el pasillo. Tardaría bastante en desaparecer.
Siguió por el pasillo. Sí sentía temor por arriesgar su vida en un laberinto lleno de trampas, no lo demostraba. Al final del pasillo pudo ver una curiosa puerta de hierro con 3 rayos grabados. Cuando se acercó, la puerta se iluminó con una brillante luz azulada. Auryn quiso abrirla, pero nada más tocarla, se llevó una fuerte descarga que casi le deja sin dedos.

Purpurio esperaba en la sala de arriba. Auryn tardaba demasiado, ¿y si la elfa había caído por el gas? Buscó entre su mochila, cogió algo de ropa, y se tapó nariz y boca como buenamente pudo. Bajó por las escaleras, y pasó junto a la estatua de bronce por el pasillo. Cuando se vio a salvo del gas, pudo volver a respirar. Encontró a la elfa frente a la puerta de los rayos. Lanzaron cajas, y todo lo que pudieron encontrar, pero siempre con el mismo efecto, cuando algo tocaba la puerta, un fuerte rayo lo chamuscaba.

Esta vez, Purpurio pudo convencer a Auryn, y se fueron por donde habían venido. La puerta de la caverna del troll seguía abierta, y no pudieron recuperar la gema que habían introducido para abrirla. Al salir, el hombre-largarto que les había servido de guía les esperaba paciente.
Volvieron al poblado de los hombres lagarto, el guía contó que habían acabado con el troll, y el gran jefe liberó a los dos templarios de Velex. Auryn preguntó al chaman si poseía algún brebaje contra la picadura de las serpientes y consiguió uno a cambio de un espejo.

Los dos templarios se encontraba excesivamente mal. Sin duda, habían contraído alguna enfermedad en el pantano. Apenas conseguían caminar. Así que decidieron volver hasta Pasoraudo. Allí, pidieron a la guardia del Ejército del Este que acompañasen a los templarios hasta Robleda. Ensillaron los caballos, y uno de los soldados partió en plena noche con los enfermos. En el vado, una pequeña posada sirvió a los dos aventureros de refugio para pasar la noche. A la mañana siguiente, examinaron la varita que habían encontrado en el cadáver del mago. Gracias a un hechizo, pudieron identificar las runas de la varita: "Arkium".
Purpurio salió fuera de la posada, apuntó la varita contra un árbol y pronunció la palabra lentamente -Arkium- Un hilo de energía blanca salió disparada hacia el árbol. Pudieron ver, como una ramita que tenía rota, se formó de nuevo restaurándose por completo.
-¡Vaya!, ¡Esta varita puede curar! - Dijo Purpurio. -Pues menos mal que no lo has probado con algún enemigo... - Replicó Auryn.

Volvieron al pantano una vez más. Se conocían al dedillo el camino hasta la torre, así que no tardaron demasiado en llegar. Entraron con cautela librándose de dos esqueletos en el pasillo. Descendieron por las escaleras resbaladizas, aún colgaba la cuerda que días antes habían utilizado. Avanzaron hasta la puerta secreta que Ordag el enano descubrió. Llegaron hasta el pozo por el que su compañero había caído, sólo quedaban los huesos para recordar a tan buen guerrero. Caminaron despacio, intentando hacer el menor ruido posible. Se asomaron por el recodo que daba a la puerta con dibujos que desgraciadamente abrieron. Tras ella, la elfa gracias a su infravisión, pudo ver al peligroso ser sentado en su trono. Sin dudarlo, se lanzaron a cerrar la puerta, primero lo intentó la elfa, pero la puerta pesaba más de lo que recordaba, así que seguido, el mago fue en su ayuda, y consiguieron cerrar la puerta. Ahora solo quedaba esperar que la puerta que había mantenido encerrado a ese ser, siguiera haciéndolo...

sábado, 18 de febrero de 2012

Crónicas de Aventura. Página 3.

Asuntos Pendientes. Parte 1

Rainus hizo llamar a Purpurio y Auryn. Parecía muy disgustado. Solamente habían pasado dos días desde que volvieran de la Torre de la Cienaga.
Fue muy claro:
-"Morden y Frey recibirán su castigo por lo ocurrido con Furio. Y vosotros deberéis responsabilizaros por no informarme. Pero por el momento, id a la tienda de cuero de Gorm, comprad unas buenas botas, quitaos esos harapos, y vestíos para una ocasión especial. En una hora os espero en el jardín."

El mago y la elfa no dudaron en hacer lo que Rainus les había pedido. Compraron las mejores botas que Gorm fabricaba. Después, acudieron a la tienda más cara de todo Robleda. Purpurio compró unos bonitos pantalones de tela visirtaní, así como una cara camisa de seda verde. Auryn también optó por una camisa de seda, y una falda de curiosos colores.

Antes de volver, Purpurio quiso pasar a comprarse un perfume. No escatimó en el precio, comprándose el mejor perfume que podía encontrarse, traído de tierras lejanas. A su vuelta al enclave, Rainus les esperaba con semblante serio. Salieron a las calles estrechas y empedradas de la ciudad. Descubrieron su destino cuando llegaron al edificio donde se reunía el consejo de la ciudad. La entrada estaba atestada por sacerdotes y clérigos, la mayoría de la orden de Velex, pero también estaban los adoradores de Valion y legis entre otros.

En el interior, los asientos de la Brújula del consejo (como se llamaban a los asientos de los consejeros dada su disposición) estaban ya ocupados. Domo Damodar (Consejero Mayor) abrió la sesión dando los motivos de la convocatoria.
Al este de Pasoraudo, entre Sendaelfo y el Gran Pantano, se habían visto esqueletos. Habían llegado noticias de que varios miembros de la orden del libro, habían estado por allí. Durante la reunión del consejo, Hextadomarius (clérigo supremo de velex en Robleda) acusó de nigromancia a la orden del libro. Rainus defendió a los suyos mientras contó lo sucedido con Cartaramûn, para finalmente, pedir al consejo un par de días para resolver el asunto. El consejo decidió aceptar la petición, así como la de Hextadomarius que pedió que dos de sus hombres acompañaran a los miembros de la orden del libro.
Volvieron al enclave para prepararse. Sanserus les entregó un pergamino con un conjuro de bola de fuego, por si la cosa se ponía fea.

Auryn, Purpurio y los dos templarios de velex, quienes no se dignaron a dar sus nombres, salieron a caballo de Robleda en dirección a Pasoraudo. Allí dejaron los caballos en una caballeriza y siguieron a pie.

-INCISO DEL RELATO-
En este momento, el jugador que lleva a Purpurio dice: -¡En 20 años que llevo jugando a esto, es la primera vez que voy a un Dungeon con perfume!. Cerramos el inciso.


Llevaban cerca de una hora en el Gran Pantano, cuando de entre los manglares surgió una figura que corría por los charcos de agua, una figura humanoide de piel verdosa y escamosa, un hombre-lagarto. Los dos templarios se miraron y al momento alzaron a voz:
-¡Por Velex!
Desenvainaron sus espadas, y sin mirar atrás, fueron tras la criatura. Purpurio estaba desconcertado, Auryn miraba atónita sin saber como reaccionar.
Tras varios largos segundos, decidieron ir tras los templarios. Apenas dieron varios pasos tras ellos, Purpurio vio que algo no iba bien:
-¡Es una emboscada !- Gritó, pero ya era tarde, los dos templarios se hundían en el barro del cenagal, el peso de sus brillantes armaduras les hacía imposible salir. Entonces aparecieron otros tantos hombres serpiente. Corrían a gran velocidad por encima del agua golpeándola sin hundirse. Llevaban cuerdas en sus manos, y al momento comenzaron a enredar con ellas a los templarios. Purpurio y Auryn comenzaron a recitar unas palabras. Ambos lanzaron unos proyectiles mágicos a uno de los hombres lagarto, uno callo herido al agua, otro fue tras el mago y la Elfa. Fue Purpurio el primero en echarse a correr hasta ponerse a salvo.

Tras mucho meditar, decidieron volver e intentar conversar con los hombres lagarto, pero los hombres lagarto habían desaparecido, no había ni rastro de los templarios. Intentaron rastrear a los hombres lagarto, pero no consiguieron obtener ningún pista de la dirección que habían tomado. Purpurio empezó a dar voces en pleno pantano:
-¡¡¡Queremos hablar con vosotros!!!
No obtuvo respuesta la primera vez, pero poco después, escuchó una débil vocecilla femenina:
-¿Quieres hablar con nosotras?
Aparecieron unas pequeñas hadas quienes tras ponerle orejas de burro a Purpurio, y una larga barba a Auryn, les indicaron donde vivían los hombres lagarto que buscaban.
Tomaron dirección noreste, tras un día entero de viaje, dieron con una hedionda aldea de chozas habitada por los hombres lagarto que buscaban. Pudieron ver a los templarios colgados boca abajo de un árbol.
Consiguieron hablar con el gran jefe de la tribu, el chamán conocía el idioma común, y sirvió de intérprete. Si querían recuperar a sus compañeros, deberían ayudarles en un problema. Una bestia bastante grande había atacado ha varios de sus guerreros, días atrás fueron en su búsqueda, y tras creerle muerto, y cortarle varios brazos, volvió a resurgir. Purpurio identificó al ser como un troll.
No tenían alternativa. Pasaron la noche en una choza, apenas pudieron dormir dado el desagradable olor. A la mañana siguiente, un guía de la tribu les llevó hasta la cueva, cerca del Bosque Negro. Gracias a unos polvos que encontraron en la torre de la ciénaga, pudieron acabar con el troll. Encendieron una hoguera y quemaron su cuerpo para que no regenerase.
En el interior de la cueva encontraron el cuerpo muerto de un mago junto a sus pertenencias, y una extraña puerta con un orificio en forma de triángulo. Revisaron las pertenencias del mago, una varita acabada en un zafiro con unas runas grabadas, su libro de conjuros, un pergamino, y una extraña gema con forma triangular que Auryn introdujo sobre el orificio de la puerta. Algo se iluminó en el interior de la gema, con un fuerte ruido, la roca se deslizó dejando un oscuro pasadizo al descubierto. Continúa en la parte 2.

lunes, 13 de febrero de 2012

Crónicas de aventura. Página 2.

La Torre de la Ciénaga. Continuación.


Una pendiente con algunos escalones descendía hacia la oscuridad, la Elfa fue quien nuevamente encabezó la marcha, y apunto estuvo de caer al resbalarse un par de veces durante el descenso. Avisó a sus compañeros, quienes esperaban desde la entrada de la trampilla, del peligro, por lo que optaron por amarrar la cuerda en el nivel superior y descender sujetos. Una vez abajo, dejaron la cuerda para ayudarse en una posible huida. Pudieron escuchar un murmullo lejano como si de un tambor apagado se tratase. Siguieron un largo pasillo que giraba a la izquierda. Una puerta a la derecha daba acceso a un pequeño almacén. Tras girar por el pasillo, se encontraron con otro pasillo aún más largo. Había dos puertas, una enfrente de la otra, casi al principio del pasillo, y otras tres puertas de gruesos barrotes.
Abrieron la puerta que estaba a su izquierda descubriendo una sala de torturas. Mesas llenas de sangre, una dama de hierro, grilletes en las paredes, múltiples cuchillos de diferentes tamaños, agujas, eran solamente algunos de los adornos de la sala. Junto a la mesa, un clérigo con armadura de color negro manipulaba varios instrumentos, al ver a los aventureros, alzó su voz elevando una plegaria a Orcus, dios de los No-Muertos. Antes de que su dios pudiera tan siquiera escucharle, Purpurio disparó su ballesta contra él, pero el virote fue a parar muy lejos. Ordag, elevando su hacha mientras avanzaba hacia su objetivo grito algo que nadie pudo entender, hizo descender su hacha con tal fuerza y maestría que consiguió atravesar la armadura del clérigo, quien no pudo terminar su salmodia. Buscó con las manos su martillo de guerra pero para cuando quiso alcanzarlo, los aventureros acabaron con él. Por la armadura, los aventureros supusieron que se trataba de Cartaramûn, le registraron encontrándole varias llaves. Pero ni rastro del libro que habían venido buscando. Encontraron un gran arcón cerrado con llave junto a una mesa. Probaron las llaves para abrir la cerradura.
Una vez encontraron la llave correcta, Auryn abrió el arcón, una serpiente le lanzó un mordisco al brazo pero la elfa consiguió apartarlo en el momento justo echándose hacia atrás, acto seguido intentar sacar su arco, el mago cargó su ballesta, pero fue la serpiente la que lanzó un escupitajo de veneno que alcanzó los ojos de la elfa, Purpurio disparó la ballesta y con un poco de suerte, acertó entre los ojos de la serpiente acabando con ella. Revisaron el interior del arcón donde encontraron el libro que buscaban, el “Tomo de los portales Planarios”.

-INCISO DEL RELATO-
Fue en este momento cuando el jugador que lleva a Purpurio, agitando los brazos ostensiblemente, le dijo a la jugadora que lleva la Elfa:
-¡¡¡Esto hay que hacerlo a la vieja ausanza !!!
-¡¡¡Los cofres hay que abrirlos desde atrás !!!

Cerramos el inciso.

Los aventureros optaron por seguir pasillo adelante hasta las tres puertas de gruesos barrotes. Utilizando las llaves que habían encontrado en el cadáver de Cartaramûn, abrieron las tres habitaciones, en el interior de cada una de ellas encontraron una cama y un arcón grande. El arcón de la habitación del fondo tenía una cerradura para la que no tenían llave, así que sin dudarlo, Purpurio pidió a Ordag que lanzara contra la pared el arcón. El enano lo hizo al instante, reventando el arcón contra la pared. Cristales rotos, y varios líquidos de diferentes colores se esparcieron por el suelo aparte de una daga con la hoja de singular metal azulado pulido, y algunas otras cosas.
Después fueron a la habitación del centro. Ese arcón no tenía cerradura, y Purpurio se colocó por la parte de atrás para abrirlo, agarró las tapas y tiró de ellas, al instante sintió un extraño calor en las manos, al mirárselas vio unas pequeñas marcas rojas. La histeria se apoderó de él, ¿había sido envenenado? La muerte estaba cerca. Decidido, corrió de vuelta hasta la sala en la que habían roto el arcón, se arrodilló y empezó a lamer los líquidos esparcidos por el suelo. Al ver que pasaba el tiempo, y no ocurría nada, se tranquilizó ante la sorprendida mirada del enano y la elfa que irrumpieron en una gran carcajada que al poco se convirtió en risas contagiosas ante la enfadada mirada del mago.
Registraron el arcón, y cuando recogieron todos los objetos interesantes, fueron a por el tercer arcón. El mago utilizó de nuevamente la táctica de abrir los arcones desde la parte de atrás. Cuando lo hizo, una luz blanquecina inundó la sala, sintieron una fuerza negativa golpear sus cuerpo, la elfa y el mago cayeron inconscientes al momento, el enano pudo aguantar, y fue quien salvó la vida de sus dos compañeros a los que les suministro unas pócimas que les salvaron la vida. Auryn y Purpurio comentaban que no había más puertas en el pasillo, y de pronto, se le escuchó decir a Ortag:
-¡No! ¡no!
-No ¿no? - Preguntaron sorprendidos.
-En esta pared hay una puerta- Dijo el enano mientras habría una puerta secreta en la pared del final del pasillo, dejando al descubierto un angosto pasadizo.
Auryn fue la primera nuevamente en pasar por la puerta secreta, después pasó el enano. Sin apenas darse cuenta, una afilada hoja con forma de guadaña seccionó la mano del enano. Cayó al suelo sin mostrar excesivo dolor, aun le duraban los efectos de las hierbas que le habían hecho fumar. Purpurio seguía con idea de que estaba envenenado, así que tras ayudar en lo que pudieron al enano, el mago quiso seguir el pasadizo. La elfa caminaba en cabeza con paso grácil, Ordag la seguía con caminar pesado agarrándose el brazo, Purpurio con el miedo de la muerte en sus ojos se quedó perplejo al ver caer ante sus propios ojos a Ordag. El suelo se abrió bajo los pies de Ordag dejándole caer a un foso de unos 9 metros de profundidad por donde fluye una corriente de agua fría. Al asomarse Auryn, pudo ver el cuerpo del enano con el cuello partido. Un lodo verde, gelatinoso se movía lentamente hacia el cadáver, y no tardó en cubirlo.
Sin ninguna posibilidad para el enano, continuaron por el pasadizo hasta abrirse en una caverna con una gran puerta doble finamente tallada. La elfa abrió las puertas, sintió un escalofrío por su cuerpo, como si algo quisiera paralizarla, pero su sangre elfica pudo contrarrestar el efecto.
La oscura sala que dejaron al descubierto contenían varios sarcófagos, y una tenebrosa figura sentada en un trono, apenas pudieron ver nada mal, pues varios esqueletos salieron de los sarcófagos. Purpurio y Auryn echaron a correr sin parar hasta llegar a Robleda.

Una vez en Robleda, Purpurio acudió ante Frey para preguntarle por su envenenamiento, pero al no tener ningún síntoma, Frey le sugirió que descansara. El cansancio hizo que no tardaran en dormirse.

domingo, 12 de febrero de 2012

Crónicas de aventura. Página 1.

La Torre de la Ciénaga.

La elfa Auryn y el mago Purpurio se encontraban charlando sobre varios hechizos mágicos cuando Morden se acercó bastante agitado.
-Rainus os espera en su despacho, ¡¡¡parece que tiene un trabajo para vosotros !!!.

La elfa y el mago subieron al piso superior donde Rainus les esperaba junto a Ordag, un enano que trabaja para la Orden a cambio de algunas monedas de oro. Rainus no tardó en exponer la situación, Cartaramûn, un antiguo clérigo de Velex se había trastornado, cambiando sus oraciones hacia Orcus, dios de los No Muertos. Había robado un libro, el “Tomo de los portales Planarios”, donde se explica la forma de abrir un portal a otro plano, lo que podría traer fatales consecuencias. Debían recuperar el libro. Las últimas informaciones hablaban de que posiblemente se escondiera en la Torre de la Cienaga, en el Gran Pantano. Antes de salir, Rainus les mandó ante Sanserus, quien tenía algo para ellos. Bajaron hasta el sótano donde Sanserus leía atentamente un antiguo libro de pesadas hojas. Purpurio interrumpió la lectura de su maestro con una tos fingida, éste levantó su cabeza y los hizo acercarse hasta un armario. Descolgó un par de capas marrones con el escudo de la orden grabado en la espalda. Auryn y Purpurio sintieron al instante el poder que emanaba de las capas, sin duda había sido imbuida con algún conjuro mágico. Purpurio preguntó a Sanserus, quien le confirmó que la capa poseía una poderosa magia que les ayudaría a protegerse de los ataques de posibles agresores.
Dispuestos para salir, Frey se les acercó tan deprisa como pudo, estaba bastante nervioso. Al parecer, mientras enseñaba el arte de la alquimia a Morden, habían envenenado a Furio, quien se prestó como conejillo de indias. Le habían hecho ingerir por accidente el veneno de una serpiente del Gran Pantano. Habían conseguido paralizar el veneno induciendo a Furio en un profundo sueño y necesitaban el antídoto antes de poder despertarlo. Por lo que había podido descubrir, los hombres lagarto que habitan en el Gran Pantano suelen portar viales con el antídoto contra la picadura de la serpiente, así que necesitaba uno de esos antídotos. El enano puso mala cara, pero tanto el mago como la elfa aceptaron el encargo.

Salieron de Robleda por el camino contiguo al río Arroyosauce hasta el puente de Pasoraudo desde donde tomaron el camino de Sendaelfo en dirección Este para poco después adentrarse en el Gran Pantano. Pudieron divisar desde lejos por encima de las copas de los manglares la silueta medio derruida de lo que antaño fue una torre de vigía visirtaní. Bien caída la tarde, llegaron a los alrededores de la torre, examinaron la zona descubriendo las brasas de lo que había sido un pequeño fuego. La puerta doble que debería dar acceso a la torre, se encontraba en el suelo, caída desde quien sabe cuanto tiempo. Los aventureros decidieron esperar escondidos entre los matorrales esperando ver si alguien volvería a usar el fuego para prepararse la cena, pero pasaron varias horas, la luna iluminaba ya desde lo alto pero nadie entro ni salió de la torre, así que optaron por buscar un lugar donde dormir. Se alejaron de la torre hasta encontrar un lugar lo más confortable posible, tarea casi imposible en el Gran Pantano.


El mago eligió el tronco caído de un árbol grande que sobresalía del agua junto a un montículo de tierra para echar el petate y descansar.
Auryn hacía la última guardia. El pantano estaba lleno de insectos, libélulas, mosquitos, ranas... pero reinaba la calma, por lo que decidió abrir su libro de conjuros y estudiar durante la guardia. El grito de Purpurio le arrancó de sus estudios, cuando levantó la cabeza vio como Purpurio se caía del tronco y le emanaba sangre de uno de sus brazos. Enroscada en el tronco, una serpiente mostraba sus enormes colmillos. El mago consiguió alcanzar su ballesta para disparar, Auryn tuvo que dejar su libro en una piedra seca para coger el arco que tenía a mano, y el enano ya tenía el hacha en la mano, pero fue primero la serpiente, con una gran velocidad la que lanzó un nuevo ataque, esta vez contra el enano, quien puso el mango entre los dientes de la serpiente para repeler el ataque. Acto seguido virotes, flechas y un hachazo, acabaron con la peligrosa serpiente. Por suerte para Purpurio, no era venenosa, aunque el mordisco había sido bastante profundo provocando una fuerte herida.


Una vez amaneció, los tres compañeros volvieron a la torre, esperaron hasta ver salir a cuatro Kobold y un clérigo con una túnica negra. Purpurio comenzó a recitar extrañas palabras arcanas, y al momento, tres de los cuatro kobold cayeron al suelo dormidos. Sin que pudieran reaccionar, la elfa hizo que desde los dedos de su mano saliera una rayo de pura energía azulada que golpeó en el pecho del clérigo, quien no dudo en volver a entrar en la torre. El kobold que quedaba, asustado ante la situación, salió huyendo hacia el interior del pantano. Fue el enano el primero en salir corriendo hacia la torre, y hachazo tras hachazo, acabó con los kobold dormidos, después se quedó junto a la puerta, esperando que pudiera salir algún otro kobold o clérigo de orcus. Auryn y Purpurio dieron una vuelta a la torre circular para ver si podían encontrar otra entrada pero no consiguieron hallar nada. Cuando terminaron de dar la vuelta llegando de nuevo hasta la altura del Ordag el enano le vieron contra la pared hacha en mano, pero con una flecha en el hombro. Purpurio intentó sobornar sin éxito a los kobold que desde el interior disparaban sus flechas. Lo que sí logró, fue que los kobold, por orden del clérigo, salieran espada en mano hacia ellos, pero Ordag estaba preparado, así como sus compañeros y en poco tiempo, los cuerpos de los kobols y el clérigo yacian en el suelo ensangrentado.
Auryn fue la primera en inspeccionar la torre, un pasillo de unos 24 metros de largo acababa en una recia puerta abierta de par en par, y a la derecha de ésta, otra puerta más pequeña se mantenía cerrada. Junto a la entrada, una pared derruida daba acceso a otra sala que Auryn pudo comprobar, estaba totalmente vacía. Se dirigieron al final del pasillo, atravesaron la puerta encontrando otra sala con varias camas malolientes y varios arcones. Una puerta de barrotes daban acceso a otra sala. Tras registrar los arcones se encontraron entre otras cosas con una pipa de fumar, y unas extrañas hierbas resecas que no dudaron en dar para fumar a Ordag. Sus ojos se pusieron ligeramente rojizos, y una sonrisita apareció en su rostro. Levantó su hacha de batalla como si fuera una pluma. Parecía que poseía una fuerza descomunal. Entraron en la sala tras los barrotes, vieron un armario, una cama y una bañera llena de agua sucia. Mientras Auryn y Purpurio rebuscaban entre el armario, el enano un tanto mareado, se intentó sentar en el borde de la bañera cayendo al interior. Rápidamente sus compañeros le ayudaron a salir. Ordag se quejaba de que algo en el interior de la bañera le había hecho daño, así que Auryn propuso coger un cubo para vaciar la bañera. En su interior pudieron encontrar un puñal de hoja de metal pulido, encastrada en un mango dorado tachonado con plaquitas de marfil grabadas con pequeñísimas escenas representando escorpiones que Purpurio no dudo en apropiarse.
Volvieron a la puerta cerrada del pasillo de entrada. Estaba cerrada con llave, pero antes de decir nada, el enano se lanzó contra la puerta y como si de una puerta de papel se tratase, la derribó sin problemas. La habitación a la que entraron estaba vacía a excepción de un gran montón de cascotes y tablones en el centro de la estancia debajo de la cual encontraron una trampilla oculta.
Continuación

jueves, 9 de febrero de 2012


La orden  del Libro se estableció en Robleda hace unos 200 años. Sus miembros son conocidos como "los sabios". Durante años han ayudado a las gentes de Robleda inventando artilugios que ayudaban en las tareas de las granjas, asesoraban a los dirigentes, enseñaban la escritura y matemática...
Los objetivos de la orden son:
Buscar la verdad y el entendimiento de las cosas a través del estudio de la alquimia, el conocimiento histórico, y la magia. Sus miembros de dedican a recuperar restos históricos en profundas y olvidadas ruinas. Habitualmente suelen dar charlas en el anfiteatro de Robleda y se suelen centrar en diversos temas: filosofía, astrología y otros saberes. También creen y sostienen ciegamente que los dioses no existen, y por tanto, no deberían ser adorados.

Algunos miembros de la orden:

Rainus
Localización: El enclave (Robleda).
Clase:Mago    Nivel: Desconocido
Estado Actual: Vivo.
Uno de los máximos dirigentes de la Orden.

Garnel
Localización: El enclave (Robleda).
Clase: Tesorero    Nivel: 0
Estado Actual: Vivo.
Garnel lleva las cuentas de la Orden.

Sanserus
Localización: El enclave (Robleda).
Clase: Mago.    Nivel: Desconocido
Estado Actual: Vivo.
Profesor de magia.

Morden
Localización: El enclave (Robleda).
Clase: Escritor.    Nivel: 0
Estado Actual: Vivo.
Es el miembro más joven de la Orden.

Eburno
Localización: El enclave (Robleda).
Clase: Explorador    Nivel: 5
Estado Actual: Vivo.
Eburno se dedica a la búsqueda de antiguas reliquias.

Frey
Localización: El enclave (Robleda).
Clase: Alquimista.    Nivel: Desconocido
Estado Actual: Vivo.
Hermano pequeño de Furio. Es un joven extremadamente débil, desde pequeño toma unas infusiones pues padece una extraña enfermedad. Aprendió muy pronto el arte de la escritura dada su alta inteligencia. Crea sus propias infusiones y pociones, pretende ser el mejor alquimista de todo Valion. Cuando murieron sus padres entró a formar parte de La Orden Del Libro.

jueves, 2 de febrero de 2012

Furio

El pequeño Frey nació enfermo. Desde muy pequeño, todos los días, debía acudir a casa de Erwin Musgoplata a tomar unas extrañas y malolientes infusiones. Furio acompañaba cada día a su pequeño hermano hasta la casa del alquimista, quien contaba al pequeño Frey historias de poderosos magos mientras le preparaba las infusiones. A Furio nunca le gustaron esas historias, prefería las historias de espadas, combates y poderosos guerreros cazadores de dragones.

Frey caminaba pesadamente, no podía correr, nunca jugaba con el resto de niños, pero Furio siempre estaba a su lado. Un día estaban en la plaza al sol. Furio jugaba con un palo como si fuera una enorme espada, Frey tenía varias piedras de diferentes tamaños, y un trozo de carboncillo con el que hacía extraños dibujos en el suelo, al parecer, era un divertido juego que Erwin le había enseñado, pero Furio no veía nada de divertido en aquel aburrido juego. Un hombre vestido con una túnica marrón con la forma de un libro abierto bordada en la espalda que cruzaba la plaza se detuvo mirando a Frey. Al poco se le acercó con interés. Furio se percató de que el hombre se acercaba a su hermano, con dos grandes zancadas se interpuso entre ambos levantando el palo en alto.

-Tranquilo amigo, no quiero problemas.- Dijo el Hombre. - Me gustaría hablar con tu hermano Frey.

-¿Conoces a mi hermano? - Preguntó Furio.

-Sí me conoce. -Respondió Frey. - Es amigo de Erwin, nos conocimos en su casa.

Furio bajó el palo de mala gana.

-Veo que conoces la escritura.- Prosiguió el hombre. - En el Enclave tenemos varios libros que quizás pudiera interesarte leer. Cuando te apetezca ven a vernos, estaremos encantados de enseñarte nuestra biblioteca.

Frey quiso ir esa misma tarde, pero Furio le recordó que habían prometido ir a ver a su padre a la tienda donde trabajaba, para ayudarle con el inventario. Así que, después de comer, salieron temprano. Cuando se aproximaban, una multitud frente a la puerta los alarmó, varios jinetes de la guardia pasaron junto a ellos a toda velocidad, Furio tuvo que apartar a su hermano para evitar que le arrollasen. Los comentarios de la multitud no pasaron desapercibidos para los hermanos: “un ladrón con una capucha negra y una daga”, “muchísima sangre en el suelo”, “pobre hombre”...

Furio se olvidó de su hermano durante un momento, apartó a la gente a empujones, y cuando consiguió entrar en la tienda pudo ver al capitán de la guardia junto a varios guardias alrededor del cuerpo ensangrentado y sin vida de su padre.

Un par de meses después, la madre de Furio cayó enferma. No pudo soportar la muerte de su marido, perdió el apetito, y finalmente, murió. Los dos hermanos se quedaron solos. Una mañana, Frey quiso hablar con su hermano:

-Siempre me has cuidado bien, hermano. Ya soy mayor, he aprendido a crear mis propias infusiones, y aunque mi cuerpo es débil, mi mente es rápida y está llena de deseos de aprender. Ahora que madre nos ha dejado, nada nos obliga a seguir en esta casa. Lo he pensado mucho. Los sabios de la orden del libro necesitan personas para enseñar a los demás. Mis conocimientos serán útiles. No creo que pueda encontrar mi sitio en ningún otro lugar. Estas piernas no me lo permitirán. Sé que no te gustan los libros, pero en la orden, buscan personas de corazón inquieto que quieran partir en busca de objetos y conocimientos. No todos los integrantes de la orden son sabios, alquimistas o magos, también hay fuertes guerreros que les ayudan en su búsqueda y los protegen. Hermano, nada me haría más feliz que estuvieras a mi lado.

Furio no se lo pensó dos veces. Frey había sido toda su vida, y por el momento, lo seguiría siendo.

- Me uniré junto a tí a esa orden.- Respondió Furio -pero espero que no tener que vestir esa estúpida túnica.

Purpurio Nevalainen.

Era un día oscuro. El fuerte viento azotaba una solitaria colina cercana a Robleda. La lluvia caía sobre una figura empapada hasta los huesos. Con una pala rellenaba lo que sería el lugar de descanso de su esposa para toda la eternidad. Junto a él, en un canasto empapado, un bebe sollozaba con fuerza. El hombre dejó la pala a un lado, se alejó unos metros hasta una zona arbolada, rebuscó por el mojado suelo hasta encontrar dos ramas con las que formó una cruz que clavó en el montículo de tierra y barro. Durante unos segundos, su rostro serio no dejó entrever sentimiento alguno, pero finalmente, sucumbió; arrodillado entre el barro, las lágrimas se mezclaron con la lluvia. Tras minutos, o quizás horas, consiguió el aplomo suficiente para levantarse. Por un momento, la idea de dejar el canasto en aquel lugar tomó fuerza, pero no pudo hacerlo. Era su hijo, y quizás él no pudiera darle la vida que se merecía, pero sabía donde podrían darle una vida mejor.


Volvió a Robleda. Atravesó la puerta de las colinas, los soldados de la entrada bajaron la cabeza al verle pasar, Luvenius Nevalainen había sido su capitán durante más de 10 años. El antiguo capitán de la guardiaavanzaba por las mojadas calles de Robleda con paso firme, sujetando el canasto como si de un otro bulto cualquiera se tratase. Pasó junto a la enorme capilla dedicada al dios de la guerra Velex. Un par de banderas ondeaban con fuerza mostrando el símbolo de la orden, dos espadas cruzadas formando una “V”. Un sentimiento de rabia invadió su cuerpo, pero quiso pensar en su hijo, pidió con fuerza que no se convirtiera en un guerrero como lo había sido él. Siguió por las calles de Robleda, todo el que se cruzaba con él bajaba la cabeza, nadie se atrevía a mirarle a los ojos. Finalmente se detuvo ante uno de los edificios más extraños de toda Robleda. Imposible decidir si el enclave actual fue antaño un castillo erigido para servir como tumba, como fortaleza, como palacio o como templo. Luvenius golpeó con fuerza la enorme puerta de madera que daba acceso al lugar. Un joven vestido con una larga túnica marrón abrió la pesada puerta, lucía el símbolo de la orden del libro.

-Por favor, pase, ¡está empapado!- Dijo el joven.

-No.- Respondió Luvenius. El joven se quedó mudo, no sabía que decir, pero no hizo falta, Luvenius continuó.

-Nunca entré en este lugar. Los sacerdotes de Velex nunca lo hubieran visto con buenos ojos. Sé que sois gente sabia, enseñasteis a los agricultores como mejorar sus cultivos, aconsejabais a reyes y dirigentes. Seguro que vosotros podréis darle una buena vida.

Tras la última palabra, sin esperar respuesta alguna, dejó el canasto ante el joven, dio media vuelta y desapareció entre las calles de Robleda.

Pasaron los años, y el bebe al que llamaron Purpurio creció demostrando una notable inteligencia. No tardó en dominar el arte de la escritura, y más tarde Sanserus, un mago de la orden, viendo las posibilidades del chico, decidió educarle en las artes arcanas, donde Purpurio destacó notablemente. La orden le había ofrecido una vida de sabiduría y conocimiento, y por alguna razón, Purpurio sabía que ese era el camino que sus padres hubieran querido para él.